Que no se nos caiga
la cartera al suelo para cantar cuatro verdades a ciertos caraduras. No hace
falta encerrar a nadie en un castigo para que las miserias humanas salgan a la
luz.
Los que practican el
bien son marginados. Para el débil la moral es un escalón en el pensamiento
moderno. Pasolini hizo carrera de ello. Otros ilustres abnegados de la
sinvergonzonería pasaron de la apología al vertedero de las ideas. Y no cito a
Bukowski.
El adjetivo sádico
nos delimita en la idea de poder. Sade era una ácrata total. No tenía idea
alguna de erigir un nuevo orden. Su literatura, bastante monótona, por otra
parte, es inferior a las expectativas utópicas de muchos de sus lectores con
ínfulas de filósofos contestarios.
Por esto, y otras
deficiencias más, hemos de acabar con todo malditismo impostado. Masoch y
Houellebecq lo agradecerían.