Ayer vivimos un espectáculo lamentable, digno de una comedia esperpéntica de Valle-Inclán. Todo ciudadano de bien sentimos bastante desamparo ante la consulta o butifarrendum perpetrado en aquel país pequeño del norte del que hablaba el filosofo catarí Josep Guardiola (también conocido como Pepe el de Baviera).
Los regímenes dirigen
a sus súbditos al pudridero prometiéndoles el paraíso del cielo en la tierra.
Por un alto al fuego verbal se ha promovido cientos de guerras.
Jóvenes intrépidos
promueven la inestabilidad mientras un próximo Jean Cocteau se echa a perder en
una de esas marchas de camisas negras por las calles del centro de Madrid.
He procurado no
olvidar mis remotas y ya desdibujadas humanidades en este proceso genuinamente
totalitario de referéndum separatista. Y, sin embargo, a veces caigo en la
provocación de la llamada rabiosa actualidad. Nos negamos la plenitud por esa
actitud tan estúpida de atender el escarnio público de la rutina y sus querellas.
Me esforzaré por ser
un poquito mejor y acabar mi primera novela.