Un ideal por el que morir. Las terrazas de
Madrid.
Un disco. Algún libro. Una postal de Buenos
Aires.
Irse a dormir con la conciencia tranquila.
Jugar a alinear tus pecas tras polvo y polvo.
Los viejos amigos de siempre para conquistar el
mundo.
Todo eso junto se parece a la felicidad.