Disfruta la
inspiración, y en vez de coger un frío lápiz cierra los ojos, duerme sobre la
hierba, observa matices innombrables en el polvo, abraza un cuerpo en un cuarto
invadido por la luz, susurra a las sábanas, crea una vida imaginaria, convierte
en más intenso el recuerdo de lo que pudo haber sido que el de lo que fue,
conviértete en un pájaro, vuela por la noche en el atardecer del promontorio y
el castillo, no te preocupes por los sacos llenos de larvas que cuelgan
esporádicamente de los árboles frutales, ni por la superficie blanca de un ojo
negro, vuela, tira una piedra desde lo alto a un sombrero, recuerda las vidas
de los otros antes que la tuya, y recuerda que hay que tener paciencia para
hablar con un sauce, y una vez sientas que el sol te quema la espalda, vuelve
al nido, abre los ojos, responde a lo que se te estaba preguntando, sonríe, sé
agradable, aguarda con fruición el momento de volver a casa a escribirlo todo,
y finalmente descubre que nada brota, que no puedes si no estás plantado en medio
de la aventura.
¡Y cuánto cuesta
hacerlo cuando quien te pregunta es el león!
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