Por donde brota el
amor no habita el dolor.
Todo lo inundaba el
sol y ella leía a Alejandra Pizarnik.
Llevaba las uñas naranjas
y el rímel tan corrido como siempre.
Estaba perdida entre
la arena y el azar.
Hablo de la única,
de la que siempre está sola,
de la opuesta,
de la que tartamudea al otro lado del
espejo.