Pues sí, una vez más
José Mourinho tenía razón.
La manipulación de la verdad, como bien saben
esos guiñapos del neofascismo que son los estudiantes de las facultades de
ciencias de la información, es el arte de falsación de la realidad más efectivo que tenemos a nuestra disposición.
No es necesario volver a Goebbels para encontrar
el hábitat de la fórmula.
Ya dijo George Orwell que "en una época
de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario" A su vez,
aprendimos en las canciones que la mentira es un gran invento y nuestras
sucesivas relaciones pasionales nos lo confirmaron.
En esta semana se ha rubricado la estrepitosa
derrota de la Selección conocida como "La Roja". Sí, el adjetivo ominoso
que la rebautiza es horroroso. Su forma de caer en el Mundial denota el gran
problema de la nación española. Comandada por el Marqués Del Bosque, la
Selección ha sido secuestrada por ex jugadores bienquedados. Los responsables
son retratados en esa lista de 23 que se dio a principio de junio. La oligarquía
del periodismo perdonaba la barbarie repitiendo hasta la saciedad el siguiente
mantra: ellos son los que nos brindaron los mejores años de la Selección y con
ellos vamos a morir.
Cualquier merluzo va repitiendo la cantinela
hasta convertirse en el discurso oficial. Lo fundamental es que se ha engañado
al respetable. La cuestión de fondo es que la decadencia se ha
institucionalizado. O lo que es lo mismo, el triunfo del pensamiento débil.
Hay precedentes de muertes por éxitos.
Recordemos que tras 'A sangre fría' Truman Capote no volvió jamás a terminar
una novela. Era una estrella de la literatura tan grande que se abandonó a un
mundo de alcohol y barbitúricos. Una mañana tersa de Los Ángeles encontraron su
cadáver.
El
caso que nos ocupa, la abdicación futbolística de la Selección, no deja de ser
una prolongación de nuestra realidad nacional: la institucionalidad de la
decadencia. Esta anécdota no es baladí puesto que se produce en un país
balcanizado.
El crimen fue no admitir más opción que morir
de éxito. El fútbol, como la vida, es un juego de estrategias abiertas a las
realidades humanas.
En fin, José Mourinho tenía razón.