miércoles, 8 de enero de 2014

El guerrillero cherokee #1





  Llega un punto sin retorno en la vida de todo actor en el que te planteas cómo seguir con tu carrera sin perder la dignidad.

  Todo aquello que te espoleó resulta un lastre. Todo lo bello y ordenado, un  disparatado desastre. El pistoletazo de partida se convierte en terraplén de huida. Se hace evidente recapitular en el mismo puerto donde arriaste las velas con precocidad y premeditación.

  La señal de alarma que desquebraja el piloto automático implosiona en la hora definitiva del sueño eterno que se aletarga. Largas al artesano de personajes y tu persona se abandona a la productora más seductora con aranceles y preventas. Tu agenda engorda de compromisos fútiles y tus útiles diarios engrosan la cartera  del representante de turno tan sediento y absorbente como tu séptima esposa fallida.

  ¿La profesión? Carece de interés. Pierdes el contacto con la juventud y ni siquiera consuela conformar el mausoleo de dinosaurios intocables

  ¿Qué hacer? Temer el deterioro apremiante o acometer la impertérrita resolución finita de quitarse del medio.
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