jueves, 3 de octubre de 2013

X. Sertralina



Para Carlos,
porque las mentiras piadosas
son un bello invento







Los hombres redimidos que se han salvado de la horca predican la fe y la salvación eterna y aún tienen la desfachatez de hablar de libertad de expresión. En las postrimerías no hay espacio para la creatividad. En cambio, batirse en retirada contradice nuestro carácter guerrero temerario.

No hay como que la noche te haga trampas cuando intentas estar tan tranquilo. Desde un país sin límites apagaste las luces y encendiste la noche galopando insomnio desde Callao hasta derrapar en Corrientes pernoctando rabia y sudor de transa por los huecos prietos de la famélica luna.

Nuestras propias palabras enmudecen como animales humillados por el remordimiento mientras aprendemos a saber apagarnos sin extinguirnos. El ruido del gemido tras la puerta se ahoga en un ronroneo de maullido autista en el fondo del sótano cercándonos en nuestro propio metro cuadrado. El pulso se acompasa a rastras tras el cálido son de esta alianza otoñal desparramada por el piso. Jamás un cuerpo resistió tanta resurrección: no maquilles tanto la verdad, aligera el hambre al sustento....: fagocítate.

  Por suerte, al borde del abismo, por dos veces el destino me hizo un guiño en forma de labios de mujer.

Yo estaba asfixiado durmiendo en las cañas de oxígeno cuando vivir era una combustión permanente. Tú sorteabas la mezcalina del sudor y la fama y todos los hombres poderosos te deseaban.

¿Cuándo nos conocimos? No sé, parece que un emisario de Dios te envió a través de una tormenta. Yo acababa de tocar en Miami y estaba exhausto y tú leías un libro que no alcanzaba a ver y entonces recitaste algunos versículos de Dante: "Aquel, cuyo saber todo trasciende,/hizo los Cielos, les dio quien los conduzca/de modo que por toda parte esplenden."

Lucías como una suerte de Gala Éluard y Sara Dylan travestida con Noomi Rapace.



Decías que la espiritualidad era un consuelo para ex drogadictos y que nosotros estábamos al final de una curva esperando a que alguien nos recogiera. Eras tan centrífuga que no fuiste capaz de ver más allá de tu jaula racional mientras los hombres de origen humilde hacían cualquier acto de sacrificio. Estabas tan pasada que creíste ver en mi a un héroe de la coca. 
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