domingo, 23 de junio de 2013

Tautología del mic.




    Unamuno abría el capítulo V de su novela Niebla así: “Cruzaba las nubes, águila refulgente, con las poderosas alas perladas de rocío, fijos los ojos de presa en la niebla solar, dormido el corazón en dulce aburrimiento el amparo del pecho forjado en tempestades; en derredor, el silencio que hacen los rumores remotos de la tierra, y allá en lo alto, en la cima del cielo, dos estrellas mellizas derramando bálsamo invisible”.

   En el pensamiento de Durkheim para hacer efectivo el fin de los lazos sociales es necesario que los componentes de la sociedad se apropien de las creencias internalizadas y actúen conforme a ellas.

   Así, Kimpling comentaba que un hombre inteligente se repone de un fracaso pero uno que no lo es no se recupera de un éxito. Por eso, sólo el discípulo ante el profeta o el creyente ante su iglesia, son capaces de efectuar dicho sacrificio del intelecto. 

   Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulación de esa facultad comporta la idiotez. Las repetidas afirmaciones de pluralidad que dispensan los párrafos anteriores, pueden inducirnos a error. Es digno predicar a la muchedumbre silenciosa mientras ésta sigue maquinalmente el curso del oficio litúrgico...: incestuosos instructores budistas que en el mediodía de su infancia profesan adoración ilimitada al tigre.




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