domingo, 19 de mayo de 2013

II. Encomio el prócer cautivo.


  
  El progresismo se ha asentado en las masas debido al éxito social. Su aceptación conlleva el deterioro devastador del pueblo y su soberanía. Más aún, la prevalencia del sofismo progre acota el vuelo de la élite intelectual que se ve disminuida en sus esfuerzos comunicativos para concienciar al ciudadano.

  En su catadura moral infinita, el progre condena al ostracismo a todo aquel que no comulgue con sus postulados neoinquisidores. Ostenta toda regla del juego sabedor de que de la pegatina antisistema al boletín oficial del estado solo hay un paso.

  Tras el Holocausto proliferaron estas termitas de la correción política como una sabandija tumbada al raso esperando el progreso infinito y global del mundo.

   El hombre masa con su habitual optimismo leibniziano y demudado en el mejor de los mundos posibles conforma el acervo del imaginario popular. Para el hombre masa aquél que salga de sus estrechos renglones predicando la sophia perennis es tachado inmediatamente de opositor, de peligroso hereje, de  caballero sith.

  El uniforme encarcela al sabio por resistente.


  Empero, al sabio lo sucederán, desde Korriban, sus  discípulos hasta equilibrar a la Fuerza.
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