domingo, 24 de febrero de 2013

La Flauta de Pan: El que avisa no es traidor


"Gut bai. Ai lob yù. wot e plechiur tu bi guit yù. Ai espic guit yù tumorrou. Quises."
Alejandro Jodorowsky1






En estos tiempos timoratos en los que el paroxismo es la única salida, no hay más que preguntarle a cualquier aborregado viandante para obtener un vertiginoso, un mareante:

-"Yo escucho un poco de todo"

Analicemos esta frase. "Un poco de todo". Ajá, qué tipo más interesante. Bob Dylan hubiera respondido "escucho todo de un poco" y acto seguido se hubiera dedicado a abrumarte con datos sobre el meñique izquierdo de Woody Guthrie, para quitarte de la cabeza esa otra canción tradicional irlandesa que te ha sugerido su último hit. Lennon hubiera replicado "escucho todo de todo" y te hubiera soltado un rollo gafapastil sobre una conspiración cocainómana de la CIA para evitar que el disco de las vírgenes  ganara el Premio Stockhausen y, por qué no, el AVN. Ian Anderson, por el contrario, hubiera escupido un "escucho un poco de un poco", eufemismo de "tengo cosas más importantes que hacer" y te hubiera invitado a cazar perdices el domingo. 

Pero, ¿"un poco de todo"? ¿Qué quiere esto decir? ¿Escasa dedicación diluida entre la inabarcabilidad de lo existente? ¿Exiguo interés filtrado por las rendijas del techo de la homogeneización del gusto? ¿En qué se ha convertido escuchar música cuando se escucha "un poco de todo"? ¿En una pose en el microcosmos del grupo de amigos, un corpus de vano enciclopedismo, una aceituna en el martini, un pijo divertimento cuyos bufones no merecen remuneración sino cuando vienen a entretenernos a festivales y guateques varios? ¿Dónde quedaron el orgullo de barrio, la inquietud por tonalidades y acordes y no sólo por la producción, la feliz concordancia entre las actitudes macarras de las estrellas y la mentalidad de su época ?

"Un poco de todo" es la forma elegante de decir "no tengo ni puta idea". No hay canon, ni analógico ni digital. Los mismos escalofríos, es decir, ninguno, nos produce el grupo de reggae de la esquina que la Marsellesa, porque cuando conocimos la segunda lo hicimos bajo el pérfido mestizaje de Gainsbourg en lugar de, como es natural, descubrirla en los Beatles.

Mi amigo, Maestro, confidente, amante, abuelo y tortillólogo personal monseñor Viceversa y un servidor hemos decidido, muy a nuestro pesar, calarnos las boinas una vez más y salir ahí fuera a poner un poco de orden. No tenemos ego, no tenemos estudios, no tenemos coche propio, no tenemos perdón de Dios, no vivimos sino para la admiración de lo ajeno, pero no hemos podido evitarlo: Harold Bloom estaba ocupado. Las clases de geografía lo tienen muy liado. Las que recibe, claro. 

Ha llegado el momento de poner nuestro colosal conocimiento en manos del pueblo.Automatic for the People. Próximamente, en sus pantallas, la objetividad. Próximamente, los treinta mejores discos de la historia (quince y quince). Y luego, una cachonda selección de outtakes y tomas falsas, sin desmerecer por ello la acepción kantiana de lo Sublime, ¡qué flipe!.

Empezará este miércoles. Pero no desesperen. Siéntense, desabróchense las botas y acepten de buen grado un dulce aperitivo.


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