miércoles, 16 de enero de 2013

La Era del Vacío (I)


Una vez se reconoce la evidencia existente intrínsecamente desde la objetividad común, la obra de arte jamás es bella. Quien necesita la comparación como jerarquía toma la rienda de su vida desde la fusta y el sadomasoquismo.

Se entiende como una forma esplendida de opresión aquel mercantilismo que juega con el tiempo abstrayendo la identidad del sujeto a un rápido cúmulo de acontecimientos que remontan constantemente la necesidad imperativa de la efímera felicidad.

Nos encaminamos a un paralelismo moral coetáneo: nadie gobierna directamente en su conducta como la comprensión justa de la identidad divina que espera el llanto.

Asumir que el 'target' potencial está plagado de hongos y que el público presente son un atajo de tramposos muy cultos es un suicidio para el artesano.

Hoy por hoy, el artesano y su laburo está arrestado por el fascismo de la Red: la creación es tomada por estúpida y relegada al marco del arte siempre y cuando lo que entendamos por arte sea una cola-light.

Hoy por hoy, no hay meta ni fin más atractivo para la obra del artista que la desaparición de la misma.
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