Harry el Sucio sentenció su particular era del vació a punta de cañón y castigo, del que se reconoce tan misántropo como perdido en su propio nicho. El llamamiento a las armas no deja bastante espacio al margen o el arcén.
Harry es tan inteligente que no encañonó su garganta. Aprecie el lector el acto intrépido de ese fuera de serie tan ingrato como, al fin de cuentas, héroe.
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