Domar el león en su jaula no es bastante para hacer cambiar a un corazón ciego.
Porque las aguas tienen memoria de todos los orígenes y los dioses las reconocen como territorio privilegiado.
De modo que te deslizaste, probamente en un agujero cualquiera (a medias dormida, a medias suspirando, gimiendo y riendo) buscando a la escondida en el mismo entierro.
Como despedida besarás a la bestia que aúlla en la frontera.
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