Buenas noches, amigo.
La apoteosis no termina con horizontes planos de inseguridades mantenidas por la paga "mère". Tú, maldita consentida con el capricho "esnob", derramas la lágrima fácil cuando vacías tu boca.
La justicia retribuida al "Don" de Dios recae sobre tu espalda. ¡Te alabamos, Oh salvadora!
¿En qué momento apareciste voraz e insaciable?
A veces pienso que la quietud sería el remido malsino para tu despedazara vagina. Quizás el bueno de Jodorowsky me daría palabras.
El Maestro Eckhart, uno de los grandes místicos de la Edad Media, lo expresa de forma extrema: "¿Por qué hablas de Dios?
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